EL PASO DEL MITO AL LOGOS: Los origenes de la Filosofía
(Fuente: IES SENECA; Autor: Carlos Díaz)
La filosofía surge en Grecia al inicio del siglo VI antes de nuestra era (a.e.). Su aparición trajo consigo una profunda transformación de la cultura griega tradicional e impuso un nuevo modo de pensar, más racional y crítico.
El nacimiento de la filosofía se produce en un determinado contexto político y sociocultural. Los rasgos de este contexto que, probablemente, más contribuyeron a la aparición de la filosofía son los siguientes:
Desde el punto de vista económico, a partir del siglo VII a.e., el comercio adquirió una importancia definitiva y la moneda sustituyó al trueque en los intercambios comerciales. Con el auge del comercio, se multiplicaron los viajes y los desplazamientos, que favorecieron la adquisición de nuevos conocimientos técnicos y geográficos, así como el contacto con otras culturas y formas de vida. Ese contacto con otras culturas favoreció la relativización de la propia cultura griega. De esta manera, las explicaciones míticas fueron perdiendo fuerza, y su carácter dogmático y necesario se fue transformando en relativo y arbitrario.
Por otra parte, las relaciones comerciales exigen nuevas formas de justicia y derecho como base para los intercambios, y los valores aristocráticos de la tradicional sociedad griega quedan desfasados.
Desde el punto de vista político, el aumento de la riqueza, la movilidad y el comercio favorecieron la transformación de la tradicional sociedad griega, que se estructuraba en dos clases: de una parte, el rey y la nobleza, que vivían plácidamente en tiempos de paz y conducían al pueblo en tiempos de guerra; y, de otra parte, el pueblo, dedicado fundamentalmente a la agricultura y a la ganadería.
Como reacción contra este tipo de sociedad, se había ido imponiendo, desde antes del siglo VII a.e., la forma de organización política característica de los griegos: la polis. Se trataba de un Estado de pequeñas dimensiones, la mayoría de las veces mucho menos extenso y menos habitado que cualquiera de nuestras provincias actuales.
Durante los siglos VII y VI a.e., se afianzó la estructura de la polis, mediante la promulgación de distintas constituciones, que hicieron que los ciudadanos adquirieran una participación y un protagonismo en la vida pública cada vez mayores.
En el contexto de esta sociedad dinámica, las mentes más despiertas comenzaron a considerar inadecuadas las creencias tradicionales transmitidas por los poetas, fundamentalmente Homero y Hesíodo.
Los poemas homéricos eran, para los griegos, la fuente fundamental de sus conocimientos. En ellos aprendían, no sólo los valores morales y las creencias religiosas, sino también cuanto creían saber sobre geografía, sobre la historia de los pueblos y sus costumbres, sobre navegación, etc.
En este contexto nació la filosofía como búsqueda de formas nuevas de interpretar el mundo. A la aparición de la filosofía contribuyó también el hecho de que los griegos no poseían libros sagrados. Allí donde éstos existen, las creencias tradicionales resultan indiscutibles, lo cual dificulta el desarrollo de un pensamiento crítico y libre. Y la filosofía surgió y se desarrolló, precisamente, como pensamiento crítico y libre.
Dos formas de explicar la realidad
La transformación cultural producida por la filosofía suele definirse como paso del mito al logos. No debemos creer, no obstante, que la transición del mito al logos se produjo de forma repentina. Más bien, se produjo de manera gradual y no supuso la desaparición definitiva de las formas míticas de pensamiento. De hecho, en numerosos textos de los primeros filósofos -y no sólo de los primeros- se pueden ver aún formas de pensamiento mítico.
Mito y logos son dos tipos contrapuestos de explicación de la realidad. Mito viene a significar "narración"-en particular, aquellas narraciones que tienen como protagonistas a dioses y héroes que, supuestamente, existieron en un pasado remoto e indeterminado-. Por su parte, logos significa explicación racional, basada en pruebas y razones.
Características del Mito
Los mitos son narraciones tradicionales sobre dioses y héroes que relatan acontecimientos que ocurrieron en un pasada remoto y cuya verdad nadie puede corroborar, porque ni el poeta que los cuenta ni los oyentes estaban allí cuando, supuestamente, sucedieron tales acontecimientos. Su aceptación no depende de que existan pruebas para confirmar su verdad, sino de la autoridad que les presta la tradición y del arraigo que tienen en la comunidad.
La filosofía, en cambio, pretende ofrecer explicaciones racionales. Por tanto, desde el punto de vista de la filosofía, el valor de las explicaciones no depende de la autoridad, sino de las razones en que se apoyan; es decir, depende de los argumentos y pruebas que puedan aducirse en su favor.
Por medio de cada mito se pretende explicar el origen de algún aspecto de la realidad física (cosmos) o de la cultura humana (origen de la agricultura, del Estado, del matrimonio, etc.). El conjunto de los mitos vigentes en una sociedad ofrece una explicación de todos los aspectos de la realidad que se consideran importantes en dicha sociedad.
El mito ofrece, pues, una explicación que da respuesta a los problemas y enigmas fundamentales sobre el origen y la naturaleza del universo, del ser humano, de la civilización y de la técnica, de la organización social, etc.
Y, para dar respuesta a esos problemas y enigmas fundamentales, el mito personifica las fuerzas de la naturaleza. El fuego, el viento, el mar o los astros son dioses o dependen de dioses, que actúan y determinan el curso de los fenómenos naturales de manera más o menos antojadiza y arbitraria -Zeus envía el rayo; Poseidón, la tormenta y la bonanza al mar, etc. En la mitología homérica los dioses actúan movidos, a menudo, por pasiones y caprichos, es decir, de una manera bastante parecida a como actuamos los seres humanos.
Pero, ciertamente, no todo es capricho y arbitrariedad en los acontecimientos naturales y humanos. El propio pensamiento mítico reconoce una cierta "necesidad": es el destino, que está por encima del capricho y de los deseos de los dioses. No obstante, el pensamiento mítico reconoce un amplio margen para la arbitrariedad en los acontecimientos de la naturaleza.
Características de la filosofía (Logos)
La filosofía se opone al pensamiento mítico, es decir, a la manera en que éste explica el universo, la existencia humana, la sociedad y la cultura. Se opone porque la filosofía surge con la convicción de que, en principio, todos los aspectos de la realidad pueden ser explicados de forma racional.
La explicación racional (logos) comienza cuando la idea de arbitrariedad -característica del pensamiento mítico- es sustituida por la idea de necesidad; es decir, cuando se impone la convicción de que las cosas suceden cuando y como tienen que suceder. Este paso, que puede parecernos hoy elemental, constituye uno de los logros más importantes de nuestra cultura, pues, sin esta convicción de que en el universo rigen leyes necesarias, la ciencia habría sido imposible.
Además de la idea de necesidad, y estrechamente relacionadas con ella, la explicación racional también parte de estas otras ideas:
- Lo permanente: la idea de que las cosas suceden como tienen que suceder se halla estrechamente vinculada a la idea de permanencia o constancia. Por ejemplo, el agua se comporta siempre del mismo modo -hierve y se solidifica siempre a unas temperaturas determinadas-; tiene, pues, unas propiedades fijas y, por tanto, una manera de ser constante o permanente.
- La esencia: esta manera de ser constante es lo que los griegos denominaron la esencia (eidos) de las cosas. La esencia es lo que una cosa es, a pesar de sus cambios de estado o de apariencia. Por tanto, el término esencia se opone al de apariencia. Siguiendo con el ejemplo del agua, ésta se presenta en estado sólido, líquido o gaseoso, pero siempre es agua.
- La unidad de lo múltiple: la esencia es lo que un conjunto de seres posee en común, a pesar de lo diverso de sus apariencias. Por ejemplo, los seres humanos, a pesar de nuestras diferencias debidas a la raza, a nuestras diferentes anatomías, a la cultura, etc., tenemos en común, precisamente, que somos "seres humanos". La esencia es, pues, el fundamento de la unidad de las cosas frente a la multiplicidad de sus estados y apariencias, así como frente a la multiplicidad de los individuos que la comparten. Conocer las cosas será, por tanto, conocer lo que son de verdad, lo que tienen de común y permanente.
La filosofía griega se desarrolló con el convencimiento de que los sentidos no bastan para proporcionarnos este conocimiento. Los sentidos nos muestran una multiplicidad de individuos, de apariencias y de estados cambiantes y accidentales. Es necesario, pues, hacer un esfuerzo intelectual, sirviéndonos de la razón, para ir más allá de los que nos muestran nuestros sentidos y alcanzar el ser de las cosas, que permanece oculto bajo el velo de las apariencias (verdad como aletheia). De este modo, y en correspondencia con la dualidad antes señalada, en la filosofía griega se estableció desde muy pronto una segunda dualidad; ahora, en el campo del conocimiento: la razón frente a los sentidos.
La búsqueda de lo permanente y común está asociada a una segunda convicción fundamental, la de que todo el universo se reduce, en último término, a uno o a muy pocos elementos. Esta idea constituye otro de los pilares sobre los que se asienta la investigación racional acerca del universo. Sin ella, la ciencia es igualmente imposible.
Si tenemos esto en cuenta, estaremos en condiciones de valorar adecuadamente tanto la originalidad como la importancia histórica de la pregunta de los filósofos griegos acerca del arjé o principio último de lo real. La pregunta misma por el arjé es mucho más importante que las respuestas que ofrecieron los filósofos griegos. Ciertamente, tales respuestas contienen cierta dosis de ingenuidad; pero lo que debemos comprender es que las respuestas no son lo importante: la genialidad de los primeros filósofos reside en la formulación misma de tal pregunta en toda su amplitud y radicalidad.
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